En total estuvieron 13 días de paro por demoras de la comuna para pagar salarios, por hacerlo de forma desdoblada o por no llegar a un acuerdo en el monto del aumento. En 2015 habían sido dos jornadas sin actividad en menos de un mes.
Por Ramiro Melucci
Apenas habían pasado seis días de la asunción de Carlos Arroyo cuando el Sindicato de Trabajadores Municipales (STM) se declaró en estado de alerta y movilización. Adujo incertidumbre por el pago del aguinaldo, las horas extras y la productividad. También “inquietud” por el futuro de los trabajadores temporarios.
Esa decisión inaugural, tomada por la dirigencia gremial el 16 de diciembre de 2015, implicó el comienzo de una relación de suma tensión y desconfianza mutua entre la nueva gestión municipal y el sindicato que agrupa al personal. Menos de 15 días demoró el gremio que conduce Antonio Gilardi en declararle el primer paro a Arroyo. Fue en vísperas de la pasada Navidad, el 22 y 23 de diciembre: los agentes aún no habían cobrado el aguinaldo.
A esa medida de fuerza se sumaron este año otros seis paros que significaron 13 días sin actividad en la comuna (uno se prolongó durante ocho jornadas), una retención de tareas y una huelga que sólo llevaron adelante los docentes municipales.
Para explicar la sucesión de paros, el discurso oficial aludió a la intransigencia y la incomprensión sindical en dosis similares que a la deficitaria herencia financiera de la gestión de Gustavo Pulti. El secretario de Gobierno, Alejandro Vicente, resumió esa línea cuando, a fines del año pasado, acusó al STM de “connivencia” con el gobierno anterior.
Eran tiempos en que el gremio prefería dirigir sus municiones hacia otro blanco: el secretario de Economía y Hacienda, José Cano, del que dijo que carecía de pericia para resolver el conflicto. Era la forma pública de postular lo que durante buena parte del año clamó en privado: que Cano se fuera del gobierno o el intendente lo echara.
Lo cierto es que a principios de marzo, cuando Cano todavía era el referente económico de Arroyo, los municipales lograron un fructuoso acuerdo salarial. Consistía en un aumento de 26% a pagar en tres cuotas acumulativas y el compromiso de reabrir la paritaria en el segundo semestre del año.
De ese acuerdo el intendente se arrepentiría meses después: dijo que había sido “un error” concederles a los municipales un incremento “del 27%”. Por entonces su nuevo secretario de Economía y Hacienda, Gustavo Schroeder, le repetía que en los hechos los tres pagos acumulativos habían significado un aumento de “28%”.
Como sea, la admisión de ese “error” esmeriló aún más su relación con el ex secretario Cano, que había vuelto al Concejo y poco después decidiría apartarse de la bancada oficialista de la Agrupación Atlántica-PRO.
En la primera parte del año, tanto como Cano, fue resistida por el gremio la secretaria de Educación, Ana María Crovetto. El STM directamente pidió que Arroyo “la aparte del cargo”. Pero en este caso no tuvo éxito: el intendente la ratificó y pidió que lo dejen “gobernar en paz”. Las docentes municipales, preocupadas por la estabilidad de sus cargos, respondieron con un paro con movilización.
Del primero al último
El primer paro del año tuvo lugar a principios de mayo luego de que el sindicato comprobara que no habían sido depositados los salarios el quinto día hábil del mes. El segundo se llevó a cabo a mediados de julio en reclamo del cobro del aguinaldo. El tercero en agosto, mes en el que los empleados también realizaron una retención de tareas. En ambos casos, el motivo fue la decisión del municipio de pagar los salarios en forma desdoblada.
A comienzos de septiembre, la comuna abonó otra vez de esa manera. La respuesta sindical fue contundente: un paro por tiempo indeterminado que duró ocho días.
Para resolver cada conflicto, Arroyo y Schroeder apelaron una y otra vez a los buenos oficios de los gobiernos nacional y provincial. También recurrieron al descubierto bancario e incluso al uso de fondos afectados a infraestructura y seguridad.
Advertido por las autoridades económicas de la provincia de que el acuerdo del primer semestre había sido uno de los mejores del territorio bonaerense, Schroeder buscó demorar la reapertura de la paritaria lo más que pudo. Y cuando se sentó a negociar, lo hizo con una cifra totalmente alejada de las expectativas sindicales: al 12% que aspiraba el gremio le opuso un 6% a pagar en tres veces de forma acumulativa (2% en octubre, 2% en noviembre y 2% en diciembre).
Las últimas dos medidas que dejaron sin actividad a la Municipalidad se concretaron en noviembre y en diciembre contra la falta de una oferta de recomposición salarial para el segundo semestre que resultara satisfactoria.
Vicente tildó de “inconcebible” el último paro, realizado el 7 de diciembre. “Me tiene cansado con las expresiones fuera de lugar”, le respondió Gilardi. “Mi consejo es que ponga el pie en el freno y que hablemos en el marco de respeto que nos debemos todos”, agregó.
Recién a mediados de este mes el STM bajó su pedido al 8% y la municipalidad llevó su oferta al 7%. Así, el año se va con una conciliación obligatoria vigente, con desacuerdos en el Ministerio de Trabajo, con quejas de un lado y otro y con la amenaza gremial de que, cuando se cumpla el plazo conciliatorio, decretará otro paro si no hay acuerdo.